Cuando llegan los exámenes no tengo demasiado claro donde estudiar. En casa es complicado, el ordenador está presente como una sombra que pasa por mi mente. Ese juego inacabado, ese maldito diseño que no acaba de salir, una visitilla a barrapunto, a iblnews para ver que cuentan. Una tortura. Bajar a la cocina es también peligroso para alguien de natural tragón como yo. Añadamos los nervios de última hora y un aburrimiento soberbio para conseguir un coctel megacalórico con efectos catastróficos sobre "michelo" (mi inseparable michelín, un amigo de toda la vida). El comedor por supuesto descartado. Un sofa confortable, un reproductor dvd y varias películas apetecibles que todavía no he visto.
En definitiva, ¿que haces? "Ah, pues me voy a la facultad". Que atrevida es la estupidez. Llegas todo envalentonado a "Los Naranjos" (pseudocampus valenciano. "Hoy... bufff hoy por lo menos me estudio diez temas" (si, ya, claro...) Ves la biblioteca desde la lejania: "Vamos p'allá". A medida que te acercas compruebas que los bancos cercanos están ocupados por cenutrios y cenutrias tomando el sol y te preguntas "¿cuando estudia esta gente?". Subes la "rampita" que lleva a las puertas del santuario del saber y ves grupos por aquí por allí de "estudiantes" sentados a la bartola disfrutando del sol veraniego y del puntual bocata de media mañana. Con este panorama te vas temiendo lo peor, los miras de reojo y los empiezas a odiar, solo un poco, pero los odias, por que sabes lo que vas a encontrar al entrar en ese maldito edificio. Y entras.
Filas y filas de libros, el aire acondicionado demasiado alto -como siempre- y a pesar de ello ese tufillo a verano y a gente que no conjuga demasiado a menudo el reflexivo de la primera persona de "lavar". Pero sigues adelante pisando con fuerza, albergando una mínima esperanza. Ya se sabe, es lo último que se pierde.
"Para que probar en este piso, estará a rebentar" Realismo puro y duro.
"Bajaré al de abajo a ver si no hay tanta gente" Je je je, pobre.
Piso "-1" (estudiando bajo tierra, una delicia). Mesas. Mesas y más mesas. Y sillas, cientos de sillas. En su mayoría vacias. ¿Sitios vacios? ¿un lugar donde estudiar tranquilo?. NO. Unos apuntes frente a esa silla vacia, una mochila en aquella otra testigo de que su dueño volverá a recogerla, una carpeta frente a otra silla vacia, folios desparramados en la esquina de aquella... espacios y espacios ocupados por estudiantes que no estudian pero ocupan el sitio de los que venimos a estudiar. Una sala para más de 200 personas en la que no habrá más de 50. ¿El resto?. Folios, carpetas, mochilas, pañuelos... ¡si!¡pañuelos de papel! como testimonio de "aquí hay alguien que vendra (o no) a estudiar (cuando le salga de los mismisimos) y mientras tanto estos pañuelos son mi representación. Tocate els collons!!!.
Con una sensación de impotencia creciendo en paralelo a un sentimiento de odio recorres las salas encontrando idéntico panorama. Y lo piensas... y lo dices entre dientes: "Cabrones..." y te vas a buscar algún rincón en la facultad donde no haya "okupas" no sin antes pasar por delante de los borregos al sol sabiendo que seguirán allí hablando de lo que sea con tal de no entrar a estudiar y que tu tendrás que meterte en algún aula (con suerte) de la que te echarán al cabo de veinte minutos porque empezará la siguiente clase.
Acaricio la idea de adquirir un Ak-47 y sitiar la biblioteca. Seguid los informativos, no me hago responsable de mis actos si me vuelve a pasar lo de esta mañana.